Miguel de Unamuno

Por el pueblo Serbio

(publicado en La Nación, Buenos Aires, el 25 de julio de 1918.- según Articulo 20, 17 de mayo de 1999)

En mi visita al frente italiano en septiembre del año pasado, recorriendo el desolado y asolado Carso, recogí la visión trágica de aquellos pueblecitos de nombre y de casta eslavos, reducidos a lamentables esqueletos, a escuálidas ruinas, que aumentan la desolación del paisaje. Aquellos pobres caseríos desparramados por los repliegues de unas hoscas montañas hablábanme de una resignada y escueta paz pastoril turbada de pronto por los horrores de la guerra. Y fue entonces cuando empecé a fijar mi atención en el problema moral - porque lo es- de los eslavos de sur, de los yugoslavos, o si se quiere decir mas claro, de los serbios.

De estos, de los serbios, sabíamos en general muy poco los que apenas nos fijábamos en los pueblos remotos y recogidos de las pequeñas nacionalidades, sino en la medida en que nos solicitaron la atención por sus contribuciones a la cultura de la civilización general, por su literatura, sus artes, su ciencia, su industria o sus instituciones políticas. Habíamos oído hablar vagamente de sus maravillosos cantos épicos, que mas que una “Iliada”, son a modo de un “Romancero”, como el nuestro, el español. (…)

Pronto hará quince años conmovió a todo el mundo civilizado el relato de la tragedia de Belgrado, el asesinato del rey Alejandro Obrenovich y de la reina Draga, en su palacio, el 1 de junio de 1903. Aquello nos pareció la catástrofe de un drama shakespeariano y ocurrido en un país de leyenda. Y ello contribuyo a corroborar a muchos en su creencia de que se trataba de un pueblo semisalvaje , concepto que había hecho recaer sobre Serbia la envenenada propaganda austríaca, prodiga en calumnias para los pueblos a los que el imperio de los Habsburgo oprimía y corrompía a la vez. Notorios procesos de años recientes han probado con la evidencia de tribunales austríacos que los diplomáticos de Austria se han servido de extraordinarios medios para desacreditar y humillar a Serbia.

Vino el atentado de Sarajevo, en que murió el heredero de la corona imperial de Austro–Hungría, y los que se acordaban de la tragedia de Belgrado, del fin de la dinastía de los Obrenovich, dijeron: “¡Bah!, ¡Vuelven a las andanzas!”. (…)

Esta guerra actual estallo, no hay que olvidarlo, por las tiránicas humillaciones que Austria, apoyada por Alemania, trataba de imponer a Serbia, y la defensa que este pequeño reino hizo de su independencia y aquella derrota que infligió a los ejércitos austríacos en un principio volvió a obligarnos a parar la atención en el alma de ese pueblo.

“Los serbios - escribe Mr. Temperley (“History of Serbia[1]”)- han sido siempre grandes guerreros y su infortunada situación entre dos muelas no fue peor que la de algunos otros pueblos medievales” (…)

“Decir - prosigue Mr.Temperley- que las instituciones eslavonicas son inferiores a las de occidente es como decir que el budismo es inferior al cristianismo occidental. La afirmación se refiere en uno y otro caso no mas que al lado estrictamente practico de las instituciones, e ignora sus valores ideales. Como agencia militar la cristiandad ha derrotado al budismo, lo mismo que la política teutónica derrota a la eslavonica. Pero esta afirmación no significa que las primitivas instituciones serbias no posean varios elementos de interés, especialmente en los ideales que presentan”

Enseguida, Mr. Temperley habla de las leyes serbias que regulaban las relaciones de hombre y mujer, del intento serbio para realzar la situación de los siervos, de la adaptación del código bizantino para mejorar la ley eslavonica, lo mismo que la música y la poesía eslavonicas, tenían un interés y originalidad propios.”

Serbia ha tenido la ventaja de que sus dinastías hayan sido nacionales, surgidas de héroes nativos, y sin duda un príncipe aldeano es mejor que uno de importación tudesca, como dice Mr.Temperley. Y eso, acaso no se lo hayan perdonado. (…)

Esa historia del pueblo serbio, mas que de Serbia, nos ha enseñado mucho, y entre otras cosas la justicia de que se le unifique a ese pueblo bajo un solo gobierno, se le de libre salida al mar para que pueda respirar y pagar con los frutos de su civilización propia los que de otras civilizaciones reciba. Ese admirable pueblo de aldeanos que siente como acaso ningún otro la democracia, esta destinado a hacer entrar en la cultura universal los elementos del alma eslava que los otros pueblos eslavos no aportarían a ella. “Si el serbio - escribe Mr. Temperley- pone en las obras de paz la mitad de la enemiga que ha empleado en las de la guerra, no hay miedo en cuanto a porvenir de su raza”.(…) Y es, sobre todo, una obra de justicia dejar que un pueblo desarrolle su propia personalidad y no sirva de yunque en que golpeen otros pueblos o de campo en que disputen. De esta guerra saldrá, entre otras cosas, el derrumbamiento de la montaña de calumnias que se echo sobre ese pueblo que no quiso servir de criado de otros.


([1] Don Miguel se refiere al libro de H.W.V. Temperley “History of Serbia”, Londres, 1917.)


Source: Semanario serbio

На Растку објављено: 2008-09-18
Датум последње измене: 2008-09-19 20:44:54
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